sábado, 19 de abril de 2008

To be Continued... (Continuará...)


“Si no pasa nada, tendremos que hacer algo para remediarlo: inventaremos la realidad”. Ninguno de los corresponsales de guerra suscribiría la cita de William R. Hearst, magnate de la comunicación norteamericana que inspiró “Ciudadano Kane”, porque si algo define a estos profesionales, es el compromiso ético que tienen con la sociedad a la que informan.


El panorama actual del periodismo de guerra dista mucho de esas primeras crónicas llenas de datos favorables a los gobiernos, pero aunque parezca impensable, sigue habiendo mucha censura, bien auto impuesta o bien obligada por terceros. La cobertura informativa actual ha evolucionado notablemente desde las dos guerras mundiales, en las cuales el periodismo era un brazo más de la propaganda de los distintos frentes, aquí, los gobiernos se dieron cuenta de que el acceso sin restricciones a las zonas de conflicto – y más aún con el desembarco de la TV- constituía un suicidio político.


Cuando se cubre una noticia, donde las balas y bombas son las herramientas de trabajo, la templanza juega un papel fundamental. Muchas veces el periodista sufre una indefensión total , claros son los ejemplos de muertes de corresponsales en conflictos armados : Jose Couso , cámara de Telecinco , muerto en Irak por fuego norteamericano ; Julio Anguita Parrado , asesinado en este mismo país cuando ejercía de enviado especial para El Mundo o Ricardo Ortega , reportero de Antena 3 , asesinado en Haití.“En algunos países, la situación llega a tales extremos, que un periodista puede ser encarcelado por una palabra o una foto, pues se silencia a un testigo esencial”. Así presentan la situación desde la página Web de Reporteros Sin Fronteras.
------------


Según Jonathan Steele, subdirector de The Guardian: “Los periodistas tienen que mantenerse fríos y ser tan precisos y objetivos como puedan. Pero eso no implica borrar las diferencias entre lo correcto y lo incorrecto, lo ecuánime y lo subjetivo, sino tener un compromiso decidido con los valores de la decencia y la justicia”. No se puede olvidar que en una guerra existen numerosos puntos de vista enfrentados, donde la relación con la política va de la mano y no posicionarse siendo testigo directo de los hechos se convierte en una misión casi imposible.


Nada queda claro, es difícil dibujar una línea clara cuando se trata con masacres y excesiva violencia, ciertamente, denunciar injusticias a través de crónicas o imágenes implica trabajar a diario con el lado más oscuro de los humanos.Informar sobre estos conflictos es una experiencia que prueba emocionalmente a los periodistas. No sólo se intenta comprender y mostrar la realidad, sino lidiar con sus propias reacciones ante la tragedia que presencian de cerca.


Todo esto viene a cuento del último asesinato del cámara de Reuters, Fadel Oda Shana, de 23 años en Gaza. También porque en lo que llevamos de año han muerto ya 8 periodistas y han encarcelado a otros 128. Hay un silencio informativo acerca de ello que no me logro explicar. Tranquilos... aún quedan por llegar las olimpiadas, todo esto por desgracia me temo que irá "in crescendo".

PS: El otro día tuve la oportunidad de asistir a una charla de Indira García, jefa de Internacional de Antena 3, y nos contaba que desde que los americanos atacaron el hotel Palestina en Irak (“el hotel de los periodistas") la mayoría de los medios han retirado a sus corresponsales de este país. El dilema sobre cuanto estas dispuesto a arriesgar por una noticia está más presente que nunca.



1 comentario:

Anónimo dijo...

La guerra no entiende de héroes o villanos cuando se está en medio de una batalla, el fin justifica los medios, todo vale. Por ello no es de extrañar que los periodistas sean víctimas de la información que se encuentran cubriendo. Mientras los gobiernos y los organismos internacionales sigan haciendo la vista gorda a estos conflictos - siempre ilegales - poca defensa tienen los corresponsales. Llevar inscrito TV/PRESS en un camión es sinónimo de nada pues ha quedado demostrado que nada está a salvo de los ataques como ocurrió hace unos años cuando dos bombas impactaron contra un almacén de la cruz roja situado en pleno centro de Kabul, correctamente identificado por el ejército norteamericano.